Ella, buscando grabar en su mente un recuerdo que la hiciera
eterna en su más recóndito pensamiento, decidió acercarlo a
los más profundos deseos que despierta la carne y sus
derivados…
-Es fascinante querido Fede, ver como mi amor se cuece en la
distancia poco a poco… -Escribió en su intento por atrapar su
atención, después de 15 años de fracaso intentando conocerlo en la vida real.
Al otro lado del whatsApp, él ya hacia
su vida bajo el arte y sus amantes.
– ¿Sabes cómo se siente cuándo se va a preparar por primera
vez un carnero? . Le escribió,
– ¿alguna vez lo has
preparado…?, ese proceso lento, pero seguro de que harás tu
mejor esfuerzo por desvestir su piel encima del plato, como si
todo y nada existiera en ese instante. Ese suave, pero fuerte
deseo por entremezclar su esencia a las inertes, pero fragantes
especias que devuelven a la vida y hacen del instante una
eternidad, sumado a ellas: el ajo, el vino tinto, unas gotas de
vinagre de manzana y mil destellos de finas hierbas, serán los
acompañantes de la tarde. Luego, cuando cae la noche,
abrazas ese delicioso pecado llamado carnero a una sábana
de cristal, para que se impregnen los aromas, como se
impregna por este mensaje mi deseo por ti; por tu arte hecho
manjar.
Al día siguiente, dejas que ese deseo congelado, se
derrita calmadamente, a fuego muy, pero muy lento, hasta que
el carnero quede jugoso y extasiado entre aromas y un sutil
incienso, la textura y su exquisita tonalidad -rojo vida y pasión.
Sólo cuando logras ver esa obra de arte envuelta en tus
pupilas, paladar, alma y sentidos; quedas totalmente
satisfecho. Así me siento, cuando logro verte y saber que estas
bien en la distancia.
– ¡No logras imaginar cuanto me alegras
el día! -. ¡Dulce noche!.
Veinticuatro horas después… una respuesta silenció el mensaje “Linda
mía, ¡nunca he preparado carnero!”
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