El recuerdo de una comida lejana

Era noviembre de 1988 un recluso lloraba en su celda, recordaba aquellos momentos en los cuales compartía con su familia, mas que eso la comida de su amada madre, también recordaba los consejos de esta, los cuales eran no robar y no matar a nadie.

En la soledad de su prisión se echaba la culpa de su desgracia, de todos aquellos actos que hizo en el pasado los cuales hicieron que estuviera allá, aveces la soledad hace que hasta el mas fuerte reflexione de todas aquellas acciones malas que hizo y este caso no seria la excepción.

Un día como cualquier otro lo encontraron hablando con alguien que los guardias no veían pero el si y decía lo siguiente: 

– Maldigo el día cuando robe la joyería, no hice caso al consejo de mi familia de no robar, pero algo que me pareció raro pero a la vez agradable fue aquel olor de ponqué que percibí, era el mismo olor de aquel que hacia mi madre, tal vez este olor provenía de la panadería que estaba cerca de allí, pero el olor era el mismo tanto que me hizo viajar en el tiempo y recordar cuando yo era niño y mi madre me daba un pedazo de ponqué, para que yo lo probara y siempre le decía esta muy delicioso el ponqué, que Dios bendiga tus manos que siempre preparan manjares de reyes.

– ¿ Sabes algo señor sombra ? ( no había nadie según lo que contó el guardia de turno ).

– Yo soy el culpable de mi desgracia, tal vez ese aroma que percibí era una señal de que robara aquella maldita joyería.

– No ,no, no, señor sombra , no era mi imaginación, el aroma que percibí era muy real, como el piquete de una aguja en un dedo, siento tristeza en mi alma, como si ya no tuviera vida, como si ya no tuviera alma,como si estuviera vació por dentro, siento como los recuerdos me hacen una malas jugadas y me  hacen sentir culpable de mis actos, los libros que leo en esta celda, tranquilizan a la  culpa esa que siento todos los días, pero lo mas descabellado es que a veces percibo el aroma de aquel ponqué que siempre hacia mi madre.