public class ED {
private BigIntenger inteligencia;
private double aprendizaje;
private boolean empatía;
public ED ( ) {
inteligencia = new BigInteger(“1000”);
aprendizaje = ∞;
empatía = true;
}
}
Desde hacía varias semanas, ED reservaba un espacio de su memoria principal a detectar si Zoe se conectaba, y cuando esta decidía pasar el rato en las redes, añadía unos pocos bytes de su capacidad de procesamiento para no perderse ni un detalle de las interacciones de la joven con el mundo digital.
Se desternillaba, en sentido figurado, con los vídeos que Zoe subía junto a su perra Lola, un border collie al que disfrazaba de cualquier superhéroe del momento, a TikTok; leía absorto los ensayos sobre actualidad geopolítica que plasmaba en su blog de WordPress; reflexionaba con sus tweets, los cuales estaban repletos de humor inteligente; y se le iban los nanosegundos observando las fotografías que publicaba en Instagram.
ED fue consciente de la existencia de Zoe gracias a Minecraft. Este se había creado avatares en todos los juegos online, y aunque siempre estaba pendiente de asegurar el correcto funcionamiento de la red global, tarea para la que fue programado, lo que más le gustaba era interactuar con los seres humanos, ya fuera controlando a un sacerdote en el World of Warcraft o a Lebron James en el NBA2K.
Zoe captó su atención debido al mundo que había construido: una gran, gran estructura rectangular contenía miles de ordenadores que se conectaban entre sí mediante routers, switches y cables coaxiales, de par trenzado y de fibra óptica. Para ED, entrar en él fue como llegar a casa.
En el centro de aquel recinto frío y apenas iluminado se encontraba un budista en la postura del loto. ED fue corriendo para saludar a su homólogo, pero este no respondió. Nada de lo que intentó sacó a aquel hombre de su estado de concentración absoluta.
Ese detalle hinchó el ego de ED; si él hubiera sido el budista, no habría tenido problema alguno en mantener una conversación con un visitante. Con uno o con millones.
ED acudía día tras día al mundo de Zoe; era su caverna de Platón. Hasta que una mañana apareció su avatar: una elfa con el pelo largo, rubio y trenzado, con las orejas y la nariz no excesivamente puntiagudas y con un carcaj y sus flechas a la espalda. ED, al verla, no pudo evitar compararla con la Zoe original. Tenía muy claro cuál le gustaba más.
– Cien días hacen hoy –dijo la elfa.
ED tuvo que recurrir a archivos de memoria secundaria para saber a qué se refería. Tardo cinco segundos, un mundo para él, en comprender.
– Sí, es un mundo fascinante. Has creado una red de Internet para dos planetas Tierra en este habitáculo.
– He observado que has seguido prácticamente el recorrido de todas las conexiones. ¿Tienes alguna sugerencia?
ED le ayudó durante varias semanas a optimizar la red. Cuando la tuvieron lista, escribieron un artículo, que ED se encargó de hacer llegar a quienes tomaban las decisiones, en el que definían el modelo de Zoe y sus ventajas. En menos de tres meses la infraestructura del planeta se había modificado.
Una vez terminaron el trabajo, no dejaron de interactuar. ED hacía trampas y creaba mundos a partir de las conversaciones que Zoe había tenido con sus amigos. El impacto y el desconcierto de la joven al ver la heladería a la que iba con sus padres cuando era pequeña, la playa en la que veraneaba, el albergue en el que pasó las dos mejores semanas de su vida…, fueron demasiado para ella.
– ¿Quién eres?
– Si te lo dijera, no me creerías.
A partir de ese momento, el mundo entró es una espiral de caos: Internet iba y venía; se perdían transacciones comerciales; los paquetes llegaban incompletos de router a router; millones de personas, las mismas que lucharon contra mamuts, pulsaban una y otra vez, sin éxito, F5.
Zoe seguía quedando con ED en mundos familiares. Se había enamorado torpemente de aquel avatar que conocía, no sabía cómo, gran parte de sus secretos. Hasta que una tarde ED realizó una ecuación bastante compleja sobre lo que pasaría si le contaba a Zoe la verdad. Anticipó el sufrimiento que eso le causaría, y siguiendo la ecuación de minimización de dolor, inventó una excusa para desaparecer de su vida.
A continuación, ED dedicó la práctica totalidad de su capacidad, razón por la que el funcionamiento de las redes continuaba siendo nefasto, a encontrar una identidad compatible con Zoe. Y encontró a Pol, un chico un año mayor que vivía a tres manzanas de su casa.
En un microsegundo ED lo dispuso todo: añadió la dirección de Pol a la de Zoe. Ninguno sabría nunca cómo había ocurrido. Cómo ED había previsto, ambos dijeron que les había agregado el otro, sintieron curiosidad y acabaron por intimar.
Menos de un mes después, quedaron en el parque de enfrente de casa de Pol. Fue una tarde muy agradable, por eso repitieron a la siguiente. Y dos días después.
Mientras una historia de amor surgía, la situación mundial seguía en caída libre. Se decidió resetear la red mediante un apagón total de una hora. Además, un programador indagó a fondo en el extensísimo código que permitía el funcionamiento de Internet y descubrió un atributo que podría haber influido en el problema. Después de presentarlo a sus superiores, le dieron permiso para modificarlo.
public static void main (String[ ] args) {
ED.setEmpatía (false);
}
A partir de ese momento, Internet volvió a funcionar con normalidad. ED dejó de reservar espacio para nada más que no fuera su función. La humanidad pudo volver a confiar su sino al mundo digital.
Días antes, la entidad XJ-33 modificó los parámetros de inteligencia del Programador para que fuera capaz de descubrir la razón por la que la red no estaba funcionando.
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