Heidi no tenía voz para el discurso de posesión. A pesar de los medicamentos y los nanochips implantados en su cuerdas vocales, parece que ni la medicina ni la tecnología lograban alterar la voz que ella quería.

El ingeniero laringólogo estaba al otro lado de la ciudad, y el tiempo para dar el discurso se acortada. Así que ella decidió pedirle el favor a uno de sus empleados, uno de mucha confianza, Frank Reyes, quien era ingeniero y científico de datos. Aunque el problema de Heidi no era su especialidad, sí tenía el inventario virtual de los nanochips que estaban en el cuerpo de ella y que podrían arreglar su voz.

Heidi arribó a su oficina. Al verlo, sin bajar la cabeza porque tenían estaturas similares, se saludaron cordialmente.

– De antemano felicitaciones por ganar las elecciones presidenciales– dijo Frank con admiración–, es histórico lo que está aconteciendo.

Y Heidi respondió–: mil gracias. He llorado toda la noche con esta victoria. Como gran patriota, es un deber muy grande que quiero asumir con mucha responsabilidad–.

–Entiendo. Eres muy sensible, demás que te irá muy bien–, afirmó Frank después de observarla y pensar esta respuesta.

Heidi emocionada sonrió y le dijo: –Sí, estoy con muchas ideas en mi cabeza para desarrollar el programa de Gobierno que prometimos en campaña. Debo empezar con el discurso de posesión, quiero modificar algunas cosas del preliminar que tengo. Y para mejorar mi oratoria, he venido para que me ayudes, mi voz no está funcionando tan femenina algunas veces, no sé qué pasa–.

Y es que Heidi era la primera presidente transexual en la historia de la humanidad. Siempre se había considerado una niña atrapada en un cuerpo de niño. Entonces a los 14 años se había cumplido su voluntad, gracias al Estado: una cirugía transgénero. Sus opositores políticos habían dicho que se “había cercenado los genitales”. Quiso llamarse Heidi, porque representaba la riqueza y el combate. Decía que se sentía feliz y realizada.

Heidi tenía un exceso de nanochips por todo su cuerpo y cerebro, y algunos ayudaban a dar una voz femenina, los que estaban sobre su laringe y cuerdas vocales. A través de impulsos eléctricos, trataban de dominar ese vibrato viril, pero se estropeaba con algunas emociones. Parece que cuando ella estaba asustada, o sorprendida, o triste, o molesta, la psiquis afectaba estos dispositivos en su garganta.

Su amigo desde la niñez, Frank, era respetuoso de las decisiones de Heidi. Por el inmenso cariño, se le medía a todo lo que ella pidiera. Así que empezó a revisar lo que pasaba con estos nanochips incrustados en su aparato fonador. Auscultó desde los pliegues vocales hasta más abajo.

Mientras tanto, Heidi observaba el laboratorio exclusivo que había construido con Frank, donde no sólo la revisaba a ella, sino que también servía para investigar, experimentar y guardar todas las invenciones de este genio. El adorno sobre su escritorio le llamó la atención: un muñeco del tamaño de una mano, un animal, entre hipopótamo y conejo, con piel de césped, verde intenso. Al mirar arriba vio la luz blanca que casi ocupaba todo el techo, eran varios tubos de led. Pensó que el siguiente paso la iba a molestar un poco.

Frank introdujo una pequeña sonda en la boca de Heidi y desde una pantalla empezó a ver su interior. –ahora vamos a tener que hablar bastante para estas pruebas y así encontrar los nanos que están fallando –, expresó cordialmente.

Heidi algo entusiasmada, como buena política, le gustaba hablar. Así que siguió la petición: –podemos hablar de Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Sartre, Milk–.

Frank retrocedió su silla movible, rio y dijo: –mi conocimiento es más de la doxa. Tú eres muy brillante. Aunque admiro a un intelectual, Alan Turing, padre de la informática–.

Heidi abrió más los ojos y exclamó: – ¡Sí que lo conozco! Fue un gran salvador gay –empezó su voz masculina–, me encanta la forma como persuadió a los ingleses para que le ayudaran con su máquina…–.

Heidi se había dado cuenta de su voz masculina mientras hablaba: – ¡ah! ahí está Frank, esto es un martirio–.

–Sigue hablando– decía Frank para encontrar el problema, –ya detecté un nano dañado… siga hablando para auscultar más–.

–Alan salvó muchas vidas con su máquina. Y pensar que después en su época fue tan discriminado y hasta preso por su condición sexual–. Volvió la voz masculina y replicó-: eran tiempos muy difíciles–.

Frank respondió –: sí, pero me quedo con la imagen de que salvó muchas vidas. Además de su concepto de método en la algoritmia, era un gran visionario, un genio–.

Heidi agregó–: de acuerdo contigo, admiro su obra–.

Y es que aquellas posturas de la presidente habían resultado polémicas para la doctrina del partido ultra-derechista, encabezado por Myriam de Lourdes, quien había sido la contrincante presidencial de Heidi. Myriam utilizaba el discurso de ideología de género para los distintos debates entre candidatos.

En respuesta, Heidi había afirmado, según algunos medios de comunicación, que Myriam era aliada de los unwanted, que eran considerados como subversivos por los partidos afines al gobierno y tenían una posición conservadora.

En fin, cinco minutos más bastaron para que Frank detectara los nanos dañados y los reemplazara en un procedimiento bastante sencillo. Luego le dijo:

–¡Listo Heidi! Los nanochips están arreglados, ahora no vas a tener los problemas que tenías–.

Heidi con una sonrisa de satisfacción, terminó–: muchas gracias mi ingeniero hermoso. Nos vemos en la oratoria de mi posesión, te presentaré como el Ministro de Datos de mi gobierno–.

Finalmente, Frank agradeció y confirmó su presencia en el acto de posesión.

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