Hace bastante hemos sido invitados a participar a la nueva era tecnológica, donde el gran avance informático se profesa al servicio de las personas, y no al contrario…supuéstamente.
Nos revolucionamos cuando vimos el inicio de una nueva era, donde cada cambio es impredecible, más rápido y costoso que el anterior. Alegría de entender que la información ya no sólo venía de los medios de comunicación tradicionales, sino que esa «rapidez informática» llegaba a cada una de nuestras casas.
La creación de plataformas online dio paso a un mundo de interacciones, donde cualquiera con acceso a internet puede obtener la experiencia que quiera, dando paso a una gama de opciones donde pueden elegir libremente…o así fue al principio por lo menos.
Las nuevas generaciones han crecido con este sistema de «interacción digital», hay algunos que se han entregado a una cultura ad-hoc a lo contingente, como símbolo de existir, como forma de vivir y convivir.
Creo que nacemos con la capacidad de actuar en y con empatía. En empatía como potencial de retribución y con empatía como potencial de enseñar respeto (no imponer), al parecer, hay quienes no lo entienden así, lo que no es culpa de las plataformas digitales.
Las complejidades de las redes sociales son interesantes, dignas de estudios que busquen respuestas a diferentes arquetipos que construyen una sociedad digital, con una norma más permeable que la»off-line» ya que al parecer, cada vez importa menos.
Fácil es levantar una propuesta con un # (hashtag) para encontrar adeptos y enemigos, cualquiera sea la propuesta puede generar eco, incluso ponerse en la palestra de la opinión pública, destacando la masividad, la viralidad y la «conciencia» que posee todo aquel que adhirió a un #.
Resulta interesante contraponer ideas en este asunto, si bien hay propuestas que generan reunión -compartiendo en persona- y actividades de acuerdo a un objetivo común. También hay propuestas que levantan modas que desencadenan una compulsión de repetición colectiva, perdiendo la esencia y obteniendo satisfacción inmediata y efímera.
Creo que detrás está uno de los instintos más primitivos, la obtención de afecto. Todos buscamos reconocimiento, ser notados y conseguir gratitud. Algunos pretendimos forjar nuestra identidad pero también pertenecer a un grupo social, para conocer un mundo donde la rapidez es la hegemonía, por lo que el objetivo de reconocimiento se puede alcanzar rápido, o eso es lo que creí…
A cualquiera se le hace fácil participar, encontrar un espacio sin límites, sin restricciones, bajo la premisa de obtención de afecto, participando de prácticas que le ofrece un grupo que le entrega ese reconocimiento.
Para esto, las plataformas digitales son un escenario propicio, el ir y venir de situaciones complejas, de lidiar con problemas sociales, familiares, culturales y personales, mantiene latente esa necesidad de expresar todo aquello que va consumiendo tus pensamientos, lo que a veces puede llevar a errar objetivos o proyectar en los otros, sentimientos que son tuyos.
Estamos conectados y disfrutamos de aquello que nos proporcionan las plataformas digitales, no pretendo «satanizar» la existencia de ellas, pero me llama la atención el alcance que posee esta conexión. También caben pretensiones ocultas, regulación de uso de datos, acuerdos de privacidad o publicidad, que ha tenido un avance avasallador a través de la persuasión, la coerción, la imposición y la manipulación.
Acabo de desactivar la ubicación de mi teléfono y aparece el siguiente mensaje «GPS debe estar activado y establecido en el modo de alta precisión para detectar tu ubicación y actividad». Entiendo que hay aplicaciones que piden mantener activa la ubicación para su actualización, no muero de paranoia, tampoco muero por naturalizar todo lo que me digan que «debo hacer».
Prefiero entender antes de aceptar, prefiero hacer antes que acatar. Creo que todas las plataformas digitales han llegado a simplificarnos la vida, pero el mal uso de ellas conlleva a desvirtuar sus intenciones, entregándose al poder de la publicidad, a la recolección de datos, a las cookies o galletas -lindo nombre para el robo hormiga de información-. La publicidad de grandes marcas, al tener el poder adquisitivo, son la deidad impuesta en las plataformas digitales, tras la mentira de facilitar tus búsquedas, de almacenar tus gustos, de ofrecerte «lo que necesitas»; pone en juego a tu ingenua cabeza acrítica e irreflexiva que aún cree en sus buenas intenciones, o no?
Si te «gustó» mi opinión, dale me gusta, comenta, sígueme en mis redes sociales (que no tengo) y no te olvides de compartir!! XD #Fucking life
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