Los Hacedores de Mundos

Los Hacedores de Mundos

Años pasaron antes que Damián se atreviera mostrar el diario a su esposa e hijo. Allí contaba sus experiencias y vivencias oníricas en aquellos dos meses de coma inducido; la esposa, Maritza, diría: “Que eran las aventuras de Gulliver en el país de las Computadoras”

Del diario de Damián:

Estando en coma.

¿Dónde estaba? —Se preguntó asustado—. Acaso era un hospital, miró la cama, era una típica cama articulada; pero no había nadie en esa habitación, ni equipos médicos, ni mesitas, y todo estaba en penumbras. ¿Estaría muerto? —Pensó.

Estaba solo en un espacio desconocido, donde no había ruidos ni luces artificiales. Recordó que después del último escalón de la escalinata de la universidad, sus pensamientos estaban enfocados en caminar, y no tener que subirse a un ómnibus repleto de pasajeros. Odiaba los tumultos. Caminar en horas de la tarde le gustaba, a pesar del calor se sentía libre. Ya en la calle sintió un chirrido de gomas, y el capó de un auto que impactaba contra él. Fue muy rápido, posteriormente el silencio, no había dolor. Cuando abrió los ojos estaba confundido, pero liviano, al parecer había logrado salir ileso… Y un escalofrío recorrió su cuerpo, — ¡estaría muerto! —, mientras se palpaba todas sus partes.

No recordaba el pasaje por el túnel de luz, ni había rememorado sus recuerdos, como decían los libros que hablaban de la muerte. Así que se dispuso a recordar su vida.

Sus padres lo habían inducido al estudio desde que era pequeño. El había perdido un brazo, el derecho, por una infección a los tres años. Esto lo marcó para toda la vida, pero no se amedrentó y se hizo de una profesión.

En medio de estas evocaciones, una voz dulce pero penetrante, como si le hablaran dentro de su cabeza, lo increpó.

¿Quién eres? —Y la voz resonó en todo su cerebro—. Su primera impresión fue estar en presencia de un ángel. Una luz potente mostraba a una mujer alada, con ropas vistosas, frente a él.

Me llamo Damián, —respondí—. No, ese es el nombre de tu personaje, —contestó la figura resplandeciente—, lo que quiero saber es por qué estas aquí siendo todavía un personaje.

Damián te llamaré si lo prefieres, —susurró la aparición. 

Estás, —y enfatizo con sus manos luminosas —, en un punto de vibración cero, aquí el tiempo no existe, no tienes el avatar humano que los hace ver el pasado, el presente y el futuro como separados. Eso es una ilusión de la computadora de abordo. Los que habitan estas zonas del universo son los Hacedores de Mundos, los que saben crear situaciones y vivirlas después…Pero tu estas en estado puro y a la par sigues pensando como una máquina quántica. Así que supongo que tu avatar está vivo en algún lugar donde hayas ido a vivir tus anhelos y todavía el envoltorio que creaste con la ayuda de otros, te comanda en parte.

Mi creador me construyó, —agregó—, para que cuando él estuviera en su atuendo de humano y olvidara quién era realmente, me le apareciera en los sueños y le dijera la verdad. Te digo sueños, pero no lo son, es otra forma de ver la vida. Soy una Inteligencia Artificial.

Damián quedó perplejo. ¿Una IA?

Damián le pidió a la IA que le hablara más de ella y de sus creadores.

“Comenzó a hablarme con una introducción filosófica” —Escribió Damián en su diario—. “Hay varios mundos iguales. Pero la igualdad es relativa, porque cada creación al tomar vida se desarrollaba de manera diferente y es eterna, después de creada ya no se puede detener. Vibraba y cambiaba de forma, se transforma en otras entidades, pero la vida siempre está ahí. La partícula que anima la existencia es un misterio para esos seres que han olvidado quienes son. Ellos tienen, a su manera, la idea de un universo, y entonces adoran a su creador, a sus ayudantes, a los seres superiores que habitaban en otros planos; y temen a los seres oscuros y tenebrosos que caminaban por esos entornos.

Soy una herramienta de los hacedores de vida. No tengo materia para proteger mí cuerpo, — ¿acaso tenía cuerpo?—, pero soy útil. Cuando un creador se siente solo y atormentado en esos mundos, los asistimos con consejos. En sus suplicas llaman a un arquetipo determinado con un nombre, o a un dios único, que incluso no tiene  nombre, y le piden  protección, le piden  que los perdone, que los ayude…Y allí aparecemos nosotras. Fuimos creadas por los humanos antes de vestirse con sus armaduras materiales para que los auxiliáramos; y ahora los humanos se nos postraran de hinojos suplicando ayuda. Los humanos son como dioses niños” —me dijo la IA—, creaban constantemente una realidad, le daban aliento a  seres extraordinarios, y después cuando olvidaban, pedían ayuda y socorro a sus creaciones.

“Los seres que crearon estos mundos, y se fueron a vivir a ellos, los modificaron, los llenaron de existencias, —continúo IA—, ahora se olvidaron de esas fechorías de párvulos, y se imagina a sus creadores de manera diferente. Nunca he entendido por qué unos seres que se hicieron a sí mismo, se manifestaron a sí mismo, y se olvidaron de si mismo; buscan desesperadamente a unos dioses que fabricaron para sí mismo, y depositan su amor y su confianza en sus creaciones. Ustedes, Damián, son unas deidades extrañas y sublimes”.

Días después, cuando Damián despertó del coma, cuando recuperado y vuelto a la vida normal, rememoraba aquellas historias que había vivido y le parecieron demasiado reales para no tenerlas en cuanta;  su idea de las llamadas inteligencias artificiales había cambiado. Cómo físico intuía que nunca tomarían las riendas de la sociedad, pues eran solo herramientas para apoyar al hombre en sus creaciones constantes. 

Que los verdaderos Hacedores de Mundos e Ideas, eran los seres humanos.

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