Dioses hogareños

Dioses hogareños

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10/11/2021

Marconi nunca imaginó hasta dónde llegaría su magia, repetían mis abuelas. En Argentina, esto ocurrió el 27 de agosto de 1920 desde la terraza del Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires, donde se eligió la ópera Parsifal de Richard Wagner, interpretada por la Soprano argentina Sara César. Esta fue la primera aparición pública y oficial en nuestro país.

En las familias argentinas hubo un antes y un después: la tecnología irrumpía dentro de la vivienda, y ya nada sería igual desde ese viernes a la noche…

Las dos tenían en ese entonces siete años; y si bien no se conocían todavía, coincidían en el revuelo que causó en sus hogares.  La abuela Carmen estaba muy ilusionada, junto a su padre y su hermana mayor Sara estaban al lado de la chimenea de la gran casona. Tomaban una sopa bien caliente mientras esperaban con ansias esas delicadas notas de Wagner. El frío invierno se hacía sentir con la furia del viento sur, esas ráfagas heladas que te llevan volando como si fueras una cometa.

La abuela Juanita también se encontraba reunida con su familia. Los bisabuelos Guillermina y Cirilo tomaban unos ricos mates ansiosos por el gran acontecimiento. Mi abuela junto a sus hermanos terminaba la cena calentita, y la ilusión de esa pequeña era poder escuchar una orquesta en vivo, ¡pero en casa!

A la hora señalada, se sintió el ruido de la sintonización, y luego, como por arte de magia la obertura de Parsifal. El silencio que reinaba en ambos hogares era absoluto, las niñas, mis queridas abuelas, se unían en gozosa admiración por este fenómeno precioso que deleitaba no sólo los oídos, sino todos sus sentidos.

Esa música
celestial fue llenando las habitaciones de los hogares argentinos, mostrando
una cualidad social de la tecnología: el arte podía llegar a TODOS, traspasar
fronteras, clases sociales.

Vesta había cambiado de nombre: ahora la nueva diosa del hogar ya había tomado su lugar, y a su alrededor se reunía toda la familia; se llamaba RADIO. 

De a poco se dio paso a los noticieros, los relatos de boxeo o partidos de fútbol, pero apareció un semidios: EL RADIOTEATRO. En Argentina, las familias se reunían ahora para escuchar a Los Pérez García. 

Esta familia clase media, contaba sus problemas cotidianos, que lograban identificarse con los de la gente común. Esto hizo que fuera éxito total.  

Había para todos los gustos: peleas, humor, romance, pasión, amor, traición, celos, asesinato… Era un culebrón. Fue tanto el éxito que la gente se había identificado con los personajes, que desde su aparición en 1942 le siguieron veinticinco años ininterrumpidos. Los personajes crecían, se casaban, tenían nietos, morían. Fue el gran éxito del radioteatro. Y tenían tantos problemas, que se popularizó la frase: «Tengo más problemas que los Pérez García».

La imagen del momento era la familia alrededor de la radio. 

Eso fue cambiando, cuando la diosa siguió exitiendo pero dejó paso a otro dios: EL TELEVISOR. La familia se reunía ahora para poder ver las caras aparte de escuchar. Ya se desaceleraba la imaginación. Lo visual se robaba la pantalla. 

Luego de este avance, la televisión en blanco y negro llenó de entretenimiento a la familia. En la década del ’60 irrumpió un programa musical para jóvenes: «El club del clan», y surgieron muchas figuras del momento. Eran también jóvenes de clase media que cantaban y bailaban para deleite de sus fans. 

La década terminó con la transmisión de un evento internacional: la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969. El fenómeno de la televisión no paró, se transmitían  shows musicales, películas, novelas, programas para niños. Y lo mejor de todo: los partidos de la selección en el mundial del fútbol. Sí o si toda la familia, vecinos, amigos, todos con la camisetas celeste y blanca,  tirados en la alfombra, en sillones, parados, siguiendo minuto a minuto lo que pasaba. Insultos, alaridos, enojos, y de golpe el silencio total, y el golazo de Diego Maradona. Cómo olvidar los gritos, abrazos, almohadones por los aires. Toda una fiesta. MI abuelo José se abrazaba feliz con mi papá. Todo era alegría, ¡Cómo olvidar esos recuerdos!. 

Por suerte, con los nuevos smart, Netflix, YouTube, la familia siguió de nuevo alrededor. El homo videns sigue vigente y seguiremos gritando los goles en cada mundial, en cada copa, y aunque los diseños han cambiado, los contenidos también, seguimos unidos comiendo pochoclos, relajados en el sillón, riendo con las comedias  o llorando con los dramas, pero  todos juntos en familia.-

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