REQUIEM PARA DOS MADRES EN EL DIA DE LAS MADRES
No tuve la suerte de conocer a la “Peti”, pero nací de entre las entrañas de mi viejita y tampoco aprendí en las universidades la magia de volcar en escritura mis pensamientos.
Mis escuelas literarias fueron los boliches cafeteros llenos de historias de vidas vividas, charlas en alta voz, acciones consecutivas y monótonas que se fijaban siempre en mis retinas. En ellos descubrí que el pasado era presente y el futuro podía disfrazarse de nostalgia. Asimismo, me enseñaron que lo memorioso podía ser contado de tal manera que algo dejara de ser mañana para convertirse en ahora.
No recuerdo la cara ni el nombre de mi primera novia, habrá sido alguna pibita del barrio en que nací, una de esas niñas que se juntaban con los varones a jugar a las escondidas; que se yo, todo pasaba en aquellas épocas por donde había tiempo para perder el tiempo.
Un día, estaba sentado en la mesa de un bar y se me acercó un joven, su mirada era tan tierna que me estremecía el alma. Tomó una silla contigua, la arrimó hacia mi lugar y comenzó a contarme una historia. Era una historia entre dos mujeres que se encontraron en el cielo, pero la contaba como si hubiese estado allí hablando con ellas. En los primeros minutos lo observaba atentamente, intuyendo querer convertir una mentira en una verdad. Sus gestos y vestigios de certidumbre me confundían de a ratos.
Me decía que allá lejos entre las nubes, se juntaron la “PETI” y la “ELBITA” a matear y a arreglar ciertos “asuntos” inconclusos. Que platican todos los días cuando la luna se esconde detrás del planeta, para que el sol les caliente la piel.
Para que yo entendiera, aclaraba que esto sucede luego de dejar pasar esos remotos truenos del universo y que lo hacen ni bien los ángeles se acuestan a dormir; porque en ese preciso momento el silencio les permite hablar más gratamente sin tener que alzar la voz.
Y aquel hombrecito mintió para que le creyera, diciéndome que era un enviado especial y que la “ELBITA” le mandaba un beso enorme a su negrito y que la “PETI”, repetía siempre y hasta el hartazgo: “A mí no me importan los demás. Me importas Tú”, en alusión a su Laurita.
La historia era tan bonita como inverosímil y así pasó el tiempo hasta que se hicieron las seis. Fue ahí cuando el día oscureció, todo se volvió “la nada”. Una luz cayó del cielo alumbrándome el rostro y las manos y permaneció así, tenue. El hombrecito me entregó una carta y la leí en voz alta y tembloroso de emoción: “… Queridos Laura y Luis, ya no tienen tiempo para perder el tiempo como cuando changos, nosotras, sus mamis, en usufructo del único deseo concedido por la voluntad DIVINA y de común acuerdo, suplicamos y se nos permitió interceder en sus destinos. Queremos hacerles saber que ya no habrá más penas ni olvido, que hemos escondido su felicidad dentro de ustedes mismos, para que vivan juntos y se amen hasta el fin. Nos sentimos muy queridas y esa querencia, ténganlo por seguro, es recíproca hacia vosotros.”
Levanté la vista y el joven ya no estaba, pero pude ver su aura angelical y también sus alas dejándose asomar levemente por sobre sus hombros; el papel se esfumó entre mis manos, todo era luz de media tarde, había silencio pleno y total.
Repito el hombrecito alado ya no estaba más.
Justo cuando una lágrima comenzaba a recorrer mi mejilla, las personas de las mesas del bar se incorporaron y clavaron sus miradas en mí; miré por los ventanales vidriadas y varios transeúntes se habían aglomerado en las veredas hasta que …uno de ellos comenzó a aplaudir y lo siguió otro y otra persona más hasta que al unísono expresaron su asombro.
Un rato más tarde y de regreso al hogar, abrí la puerta y encontré a Laura leyendo desde sus manos la misma carta, pero con papel de verdad.
Para este domingo 17 de octubre de 2021, FELIZ DÍA MAMÁS !!!
P.D: La «Peti» y la «Elbita» no se conocieron en la tierra, pero se juntaron en el cielo reflejada en esa hermosa fotografía.
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