Los Guardianes del Nuevo Mundo

Los Guardianes del Nuevo Mundo

Rubén Vicarro

12/10/2021

Las llamas se alzan frente a nosotros, las casas se desploman, las plantas se convierten en cenizas y las personas son llevadas a sus tumbas. El cielo esta gris, el humo del fuego provocara una lluvia pronto, bajamos a los restos de aquel lugar que una vez fue un pueblo, revisando que no quede ningún sobreviviente.

Camino entre las casas que aún están en llamas y de repente escucho un grito de auxilio, corro en dirección del grito, es una joven de cabello rubio con una pierna y un brazo roto, cubierta de ceniza y con sangre derramada en su sien derecha.

“Tranquila, yo te salvaré” le respondo a la joven, ella se voltea he inmediatamente suelta un grito al verme y comienza a arrastrarse lo más rápido y lejos que puede de mí, “He venido aquí para ayudarte” le repito. “¡No, no, no, no! Tú quieres acabar conmigo de la misma manera en la que acabaron con todos los demás” me responde la joven, sigue arrastrándose, llorando y gritando por ayuda, por fin decido salvarla, una de mis alas se convierte en una lanza y la arrojo sobre su cuerpo, ella al fin ha dejado de sufrir y por fin podrá descansar.

“Parece que el pueblo está limpio, no hay nadie más a quien salvar” escucho decir a uno de mis compañeros, Adriel. Ambos emprendemos el vuelo y junto a otros arcángeles dejamos el lugar.

Me encuentro algo inquieta por las palabras y el tono en como la chica que salve me hablo, parecía como si nosotros fuéramos los malos, pero eso es imposible. Nosotros fuimos escogidos para portar las armaduras de los arcángeles, aquellos que mantienen la paz y el orden en el mundo.

“¿Te encuentra bien Leliel? Te noto distraída” Me comenta Adriel mientras volamos de regreso al templo, “no es nada, solo es cansancio” le respondo de manera rápida y cortante.

Llegamos al templo, y justo en la entrada nos espera Azrael, nuestro superior. Nos felicita a todos del éxito que tuvimos en nuestra misión de paz y nos libera para que podamos descansar. Entro en el salón de las armaduras, donde se encuentran los guardianes, máquinas de brazos gigantes que desprenden de mi cuerpo la armadura del arcángel Leliel, en el salón hay varias máquinas iguales que hacen lo mismo con mis compañeros. Ahora me encuentro vestida solo con un traje de licra que deja ver las curvas de mi cuerpo, tomo la bata de baño que está junto a mi guardián y me dirijo al vestidor de mujeres. Me quito el traje de licra y lo remplazo por unos jeans no muy ajustados, una sudadera muy grande y holgada de color blanco. Al salir del vestidor me encuentro con Marco, ese es el verdadero nombre de Adriel.

“¿Quieres ir a comer Sarah? ¿De qué tienes antojo?” me pregunta muy entusiasmado, “creo que prefiero dormir un rato en mi cuarto” le respondo. Marco entiende que quiero estar sola, se despide de mí y va con otros compañeros a comer.

Al llegar a mi cuarto me desplomo sobre la cama, y miro de manera directa al techo, pensando en lo de hoy, en la chica, en lo que dijo y la manera en como lo dijo.

Abro los ojos y ya han pasado dos horas desde que me tire en mi cuarto. Angustiada por todo lo que pensaba, decidí ir a hablar con Azrael, para que disipara la duda en mi corazón, después de todo es nuestro superior y nuestro consejero en el camino de la luz.

Encontré a Azrael en el patio principal del templo, paseando por ahí. Me le acerco y le cuento todo lo que paso en el pueblo con la chica rubia.

Comienza soltando una risa de ironía solo para decirme “Mi querida Sarah, cualquiera que no esté de acuerdo con los mandatos de dios, cualquiera que reproche de nuestra justicia encontrara una falsa maldad en nosotros. Ellos solo ven aquello que les conviene” Me toma por los hombros y me mira directamente a los ojos “Los arcángeles fueron creados gracias a la sabiduría de dios, él los creo para que sucesos como la guerra de los cuatro jinetes no volvieran a suceder. Para evitar que esas cosas volvieran a se utilizadas ¿Cómo se llamaban…? ¡Ya recuerdo, Bombas de hidrógeno! Esas aberraciones que destruyen sin consideración alguna todo lo que tocan”.

“Gracias Azrael… realmente me has ayudado” al terminar la plática Azrael y yo nos abrazamos, me despedí de él y me fui de los jardines “Por cierto Sarah, cuando estemos solos puedes llamarme Ricardo”.

Las semanas han pasado y otra vez estoy sobrevolando una ciudad que necesita ser purificada, una ciudad en la cual abunda la corrupción política y la adicción a sustancias nocivas. El cielo está cubierto por nubes, me encuentro junto a Adriel, Zadkiel, Kushiel y Raziel. Todos comenzamos a recitar nuestra oración sagrada “oh, padre celestial, que nos has otorgado tu poder, permítenos honrar tu voluntad”. El cielo comienzan a abrirse, y las armaduras de los arcángeles comienzan a brillar, dejamos de tener solo dos alas, para ahora tener seis y dos de estas se convierten en un cañón que dispara energía de Sogeia. Los cañones disparan rayos de luz sobre la ciudad, derrumbando los rascacielos, haciendo explotar los autos en las calles y provocando incendios en los parques.

La ciudad está destruida. Bajamos para revisar si no queda nadie más a quien salvar, recoger los cuerpos y enterrarlos.

“Ayúdenme…” Escucho muy débilmente, es un niño encerrado entre los escombros de un edificio. Libero al niño el cual tiene casi todos sus huesos rotos “¿Eres un ángel? ¿Me salvarás?” me pregunta con esperanza en los ojos, “Claro que sí jovencito, yo te salvaré” esta vez sin dudar atravieso su pecho con mi lanza. Sus ojos se llenan de calma al mismo tiempo que mi corazón siente la paz del señor. Pues nosotros somos los guardianes del nuevo mundo.

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