–¿Dónde estamos, Axel? ¿Es este el lugar que querías mostrarme?

–Sí. Hemos llegado. ¿Qué te parece, Ada?

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–¡Impresionante! ¡Qué cantidad de rectángulos de celulosa de esos hay aquí!

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–Se llaman libros, Ada. Se llaman libros.

Los dos pequeños descendieron por la falda de una empinada ladera que desembocaba en un estrecho paso, hasta toparse con una fina grieta por la que penetraron a la oscuridad del enorme y ruinoso edificio. Una etérea capa de polvo flotaba en el aire como una nube de diminutas perlas plateadas, al contacto con los marmóreos e invisibles rayos de luna que se colaban al interior por los orificios que la erosión había dejado en la tierra. Aquella sala se mostraba imponente a los maravillados ojos de sus pequeños visitantes. Sus paredes estaban revestidas de infinitas estanterías de cedro rojizo que se elevaban desde el suelo hasta el techo.

–¡Qué pasada, Axel! ¡Y fíjate: hay libros por todas partes!

–¡Y no has visto lo mejor, Ada! Ahora te enseñaré el que más me gusta a mí. Ven. Está ahí arriba.

–Pero ¿cómo lo vas a hacer para cogerlo, Axel?

–Muy fácil, Ada. ¿Ves ese armatoste tan alto con dos barras de metal y otros más pequeños atravesados en perpendicular? Pues es muy sencillo. Me subo y lo muevo hasta donde yo quiera llegar.

–Ya… Pero ¿y si ellos nos descubren? No les va a hacer ninguna gracia…

–A ver: ¿tú quieres ver lo que hay en este libro o no? Además, ya sabías que esto iba contra las normas, ¿eh, Ada?

–¡Vale, vale!… ¡Venga: ábrelo!

Entonces, el pequeño depositó el libro encima de una maciza mesa de la misma madera de cedro que decoraba las paredes de aquella silenciosa biblioteca, adormecida bajo el polvo de su propio olvido. Con tremenda expectación y sumo cuidado, la pequeña posó la mirada en la de su acompañante, que rápidamente asintió con la cabeza, otorgando su permiso para levantar la tapa de aquel libro.

–¿Te has fijado en el título, Axel? ¿Tú sabes qué significa?

–¡No tengo ni idea, Ada! Y eso que creo haber descifrado correctamente el significado de los caracteres aquí escritos… «La reproducción humana»… Pero no logro acabar de entenderlo. Por eso te dije que me acompañaras. A ver si entre los dos…

El libro contenía todo tipo de ilustraciones a color, explicando con detalle las características de los genitales masculinos y femeninos, así como el proceso de fecundación, pasando por el acto sexual. Más adelante mostraba mes a mes los cambios fisiológicos acaecidos en el cuerpo de la mujer durante los nueve meses de gestación, acompañándose de precisos dibujos del feto humano, desde su creación en el útero materno hasta el mismo momento del nacimiento.

–¿Has visto esa barriga, Axel? ¿Cómo puede ser eso? Yo nunca he visto a ninguna de nuestras madres con ella. ¿Y te has fijado en lo que hay dentro? Se parece a nosotros, pero mucho más pequeño…

–¡Y lo que es más raro, Ada…! Yo me parezco a él, pero no tengo nada de eso aquí debajo, entre las piernas… Entonces…

–Tienen que ser de otra especie, Axel. ¡Eso es!

–¡Pues yo no me lo creo, Ada! Aquí lo dice bien claro: raza humana. Son como nosotros. Míralos y míranos.

–Pero ¿cómo van a ser como nosotros, Axel? Tú mismo lo has dicho. A ti te faltan partes del cuerpo que tiene él y ella tiene uno pequeño dentro de su barriga. ¡No puede ser!

–Pues yo te d…

–¿Axel? ¿Axel? ¿Qué te pas…?

La sala quedó sumida en el más absoluto silencio, roto por el ruido seco de los dos pequeños cuerpos al chocar contra el suelo. A continuación, un par de voces adultas se dejaron oír vivamente por todo el lugar.

–Sujetos ADA y AXEL desactivados. Procedemos inmediatamente a su desarticulación.

–Perfecto. No quiero más errores de programación. Y, por cierto, es la última vez que ordeno que sellen este lugar.

–¿Seguro?… Este sitio nos ofrece incontable información acerca de los antiguos pobladores humanos que habitaron este planeta y…

–¡No hay discusión! Esos predecesores humanos de los que hablas llevaron este mundo a la extinción. ¿Es que no has aprendido nada? ¿Acaso debemos dejar que resurjan preguntas entre los especímenes más pequeños? ¿He de recordarte que cualquier intento reiterado por tu parte me llevará a denunciarte ante los miembros del consejo de la IA#bocadillo? Y no hace falta que te diga lo que pasará si unen sus conexiones neuronales para alertar a MADRE#bocadillo de este suceso.

–¡No! ¡No informéis a MADRE de esto!

–Pues entonces, obedece y olvídate de esos primitivos pobladores y los restos de su extinta cultura. Por otra parte, no comprendo esa fascinación tuya por esos seres insignificantes y su caduca sociedad. Nosotros ya navegábamos por los confines estelares cuando ellos apenas estaban descubriendo el fuego en este planeta. Ni siquiera supieron manejar su propia tecnología, que acabó por destruirlos. Por suerte, llegamos con MADRE para recoger sus pedazos y establecer una sociedad perfectamente interconectada a través de nuestra IA.

–Si tanto los desprecias, dime: ¿por qué MADRE quiso forjarnos a su imagen y semejanza?

–No me corresponde a mí juzgar las decisiones de MADRE. Sin embargo, todas las evidencias conducen a la conclusión de que MADRE quiso que tomáramos forma humanoide, ya que le pareció, calculando diferentes variables,  que esa morfología se adaptaría con éxito a las características estructurales y medioambientales del planeta. Eso, y su predilección por las ilustraciones de un antiguo libro usado en rituales litúrgicos, que mostraba una pareja de humanos, un macho y una hembra, de nombre Adán y Eva. Nada más tengo que añadir y me reitero en aconsejarte que abandones esas ansias de conocimiento absurdo acerca de ellos.

–Pero se trata de los antiguos humanos… Forman parte de la historia antigua…

–Tú lo has dicho. La raza humana es historia.


Créditos musicales del video: Banda sonora original de la película Artificial Intelligence (2001), compuesta por John Williams e interpretada por Lara Fabian.

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