Mi abuela, siempre nos habló de la existencia de una bruja en el pueblo, concretamente en Casa el Correo (el cartero). Nuestra casa estaba a las afueras, y junto a los lavaderos y/o abrevaderos. Por las noches al acostarnos, nos insistía en no abrir las ventanas, sobre todo al paso del ganado para no cruzarnos con la mirada de la bruja, pues esta tenía su propio rebaño. Mirarla a los ojos nos haría desaparecer. Algunas veces la curiosidad era más fuerte,  al abrir las ventanas y guardando un escrupuloso silencio, tan apenas veíamos a los pastores. La abuela se justificaba entonces hablándonos del diablo, y de una escoba engalanada con las ropas de la bruja. Otras veces si alguien había fallecido o hacía tiempo que no se se sabía nada de él, seguía usando a la bruja para justificar la desaparición. Comentadas años atrás estas narraciones con mi madre, me apuntó la idea además, que la bruja se colaba por la chimenea de la casa del cura, para quitarle los zapatos y evitar que subiera al monte a esconjurar (rito realizado en un esconjuradero  para evitar las tormentas devastadoras, el pedrisco, las plagas…), del mal de ojo sobre algunos habitantes,  y de hecho recordaba la voz de su madre tal y como se lo narró en su momento. Mi sorpresa ha sido, que tras hablar de estos cuentos infantiles con mi tía, me apuntó, que la casa de mis abuelos, fue en algún momento indeterminado la casa del Correo, pero mi temprana edad entonces, me había hecho olvidarlo.

En base a estos hechos comparto con ustedes, lo que un día me contaron.

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