La vegetación es escasa, el camino es difícil y al llegar a una curva se puede ver un letrero caído.

Más adentro, siguiendo el sendero hay un árbol seco entre las ruinas.

A medida que va cayendo la tarde una sombra, casi una mancha gris incorporea solloza debajo del árbol que reverdese.

Cuando tenía tres años nuestros padres planearon la boda que uniría a nuestras familias, me gustaba escucharles hablar de la casa, la fiesta, las damas, los vestidos… mi imaginación volaba detrás de sus palabras, él fué principio y fin de todo.

Al fin estuve frente a él y no supe que decir. Era mi prometido y, no me hablo, no me miro.

Desde entonces, mis acciones se encaminaron a él, pasaba días haciendo cortinas, sábanas, manteles, servilletas; cada rincón debía tener un detalle mío para él.

¿Que fue lo que paso? Nunca le importé. El estaba enamorado pero no de mi.

¡Yo le amaba! ¡El era mío!

La noche antes de la boda lo vi, estaba con ella, reian y hablaban, el tomaba sus manos. Yo nunca estuve tan cerca. Un sentimiento que no conocía creció, el aire se agolpaba en mi garganta, mis oídos querían estallar, no podía respirar y… huí, mi corazón se rompió y salte.

Nadie vino a buscarme, era solo una niña perdida, abandonada.

La boda está preparada, los invitados, la casa, la fiesta.

Los novios no llegaron.

Las sombras de la tarde, unicos testigos en la terrible escena al final del sendero. Con las sábanas que hiciera para su noche de bodas la novia se balancea con el viento.

A medida que cae la tarde, una débil silueta salta, es suspendida en el aire y baja lentamente mientras el árbol pierde color, deaparece. A lo lejos se escucha el llanto de una niña.

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