Cuenta la leyenda que Kaplumbaga, feliz vivía con su amado Kunkuru, en las ricas aguas del río Orinoco. De la nada, una tormenta de gran magnitud, catastrófica y sin control, continuó sin dar tregua por cientos de días.
Los cielos enloquecieron y crearon una gran noche, tenebrosa y hambrienta, que devoró al sol de un solo mordisco.
Luego el firmamento se desplomó y todos los ríos se unieron en uno. Fue entonces que Kunkuru se perdió en la basta oscuridad …
Con los meses las aguas bajaron y al fin Kaplumbaga pudo salir de su escondite.
De punta a punta recorrió su río, sin poder hallarlo. Hasta quedar sin fuerzas y echarse boca arriba sobre una gran roca blanca, esperando impaciente la santa muerte… Y en ese instante de penosa agonía, el mismísimo Dios se hizo presente y con voz dulce y melodiosa le dijo:
-Kaplumbaga, aleja la tristeza de tu corazón, seca tus lágrimas y escucha con atención lo que voy a confesarte. De aquí en adelante tú serás mi centinela por las noches. Subirás a lo alto de los cielos por las noches y tu brillo se abrirá en la espesura del monte para nadie más pueda separarse de quien ama por culpa de las espesas sombras. Y tú, desde las alturas podrás ver la selva entera. Así, tal vez puedas encontrar a tu amado Kunkuru…
–Y ese faro luminoso que resplandece a veces de color oro, cobre, plata o estaño en el firmamento con toda su intensidad, tan melancólica y solitaria, es la tortuga kaplumbaga que todavía no pierde la esperanza de reencontrarse con su amado tortugo Kunkuru.
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