Así nacen las historias…

Así nacen las historias…

Fue de esos momentos de añoranza que caracterizan a la sociedad mexicana, cuando mi abuela en pleno desayuno y sin soltar su taza, me platicaba sobre las vivencias de su natal Durango; que hace décadas que no visita. Pero Sonora ha sido un lugar importante para ella.

Como es costumbre, el calor de este estado es implacable incluso a las 10 de la mañana, el café y el huevo con «mashaca» es un excelente aliciente para el día, además de una clara excusa para desayunar y escuchar a la otra persona. 

No recuerdo cómo surgió el tema, pero me comenzó a platicar una historia proveniente de algún lugar de Sonora y de una década perdida…

En la noche de año nuevo una muchacha muy joven pero poco agraciada quería ir a celebrar con sus amigas a una discoteca a las afueras del pueblo, Sus padres siendo poco tolerantes le dijeron un rotundo NO!. En su necedad decide escaparse como un acto de rebeldía y se va con sus amigas a la discoteca.  Al llegar observaron el ambiente que para ese momento estaba en su clímax. Ya había pasado mucho tiempo y nadie sacaba a bailar a la joven. En eso ve a un muchacho de ensueños, la atracción fue instantánea, el joven decidido se acercó con una labia extraordinaria a sacarla a bailar. Era la noche perfecta, pero poco después el ambiente se volvió tenso y un olor potente a azufre pareció. la chica miró a su acompañante y al verle los pies se percató que una pierna era de chivo y la otra de gallo. Ella intentó soltarse, pero no podía dejar de bailar. Los 2 empezaron a flotar, la temperatura se elevó  y la discoteca ardió en llamas, la gente escapó pero no se volvió a saber de la muchacha.
Se dice que aún se puede oler el azufre en las ruinas…

 

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