Erase una vez… es como recuerdo iniciaban las historia de mis padres, siempre con el propósito de enseñarnos sobre la vida y los valores que nos guiarían.
Sin embargo, cuando me tocó ser madre, me preguntaba si tendrían el mismo efecto en mi hijo, tan precoz; cuyo ímpetu y excesiva curiosidad, me parecían imposibles de calmar con la historia del “Coco”; un ser mágico al que nuestros padres recurrían para que nos quedáramos quieticos, sentados frente a la televisión, durante algunas visitas.
Un día, este pequeño ángel me preguntó:
– ¿Para qué nos creó Dios?
Me quedé mirándolo un rato, mientras pasaban por mi mente imágenes de la película que armaba para explicarle en forma sencilla, un tema que para nosotros los adultos, parece ser bastante complicado.
-“Dios te creó por amor, y porque deseaba que ese amor se extendiera por todo el universo, como la energía que todo lo mueve. Entonces, Dios te creó, pequeñito, sin conocimiento, solo con infinito amor.
Comparo nuestro paso por la vida terrenal, como el nuestro por la formación profesional; sabes que debes pasar primero por la primaria, luego la secundaria, hasta que eliges una carrera y vas a la universidad.
Durante ese tiempo, aprenderás sobre muchas materias, y verás como todas ellas están relacionadas con el amor, porque la vida te irá presentando situaciones, para especializarte en paciencia, tolerancia, caridad, perdón, empatía, y muchas otras, que se irán repitiendo una y otra vez hasta que las apruebes.
Tu graduación será cuando encuentres tu Propósito de vida, te dediques a él con pasión y sientas que la mayor felicidad la encuentras en “servir”.
No te afanes, vive intensamente, despierta tus sentidos, aventúrate! en conocer lugares y personas, no le temas a las heridas, porque ellas sólo estarán moldeando tu mejor versión”.
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