Eran las 7.05 a.m. de la mañana cuando – dos parejas- nos dirigíamos a RENFE de Valencia. Íbamos a coger un tren de alta velocidad con destino a Barcelona. Era un viaje muy especial. Era el último viaje que realizaríamos antes de casarnos y antes de que las vendedoras de ollas nos metieran en su secta. Mi amiga Coco y yo, decidimos hacer el viaje metiéndonos en el rol de dos mujeres modernas. Nos hicimos dos tupés al más estilo ochentero.

  Subimos al tren cuando todavía quedaban unos minutos para que saliera. Nuestros novios colocaron hábilmente las maletas. Decidieron salir al andén para liarse un cigarrillo de hierbas. Coco y yo nos apretamos las manos y alzamos un gritito de subidón mientras que se escuchaba de fondo un documental de osos que comían bayas silvestres. Repentinamente, el tren emprendió su viaje pero nuestros novios no estaban. ¿Quién nos bajaría la maleta cuando llegáramos a Barcelona si llevábamos en nuestras cabezas unos tupés XXL? Desde el andén, ellos visualizaban como cada vez estábamos más lejos, como se separaban nuestros caminos… Nuestra última – o primera aventura – en nuestra nueva etapa estaba apunto de comenzar…

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