El Hombre del Sombrero Gris

El Hombre del Sombrero Gris

Camuflado en el ambiente, siendo invisible sin querer serlo e integrado en el bullicio que despierta a la alborada, el Hombre del Sombrero Gris va en busca de un recuerdo. Un recuerdo diluido en la memoria, oculto en el laberinto que sus pensamientos tejen cada día. A cada instante más abstracto.

Quienes frecuentan el lugar se confunden durante unos instantes: ¿Otra vez ese hombre?, piensan. Pero, su asidua presencia no despierta más curiosidad, su persona se ignora como la limosna del indigente y su aspecto, degradado en la obsesión de encontrar su pasado, se fusiona con la atmósfera. Miedo e indignación constituyen su rostro. Y esa expresión que trasmite, privada de felicidad, derrocha incertidumbre. No sabe por qué está allí.

Oculto en el bolsillo de su abrigo. Encerrado en el sobre que ahora sostiene entre sus manos, habita su pasado.

Un retrato y una carta.

Acercándolos a sus labios y enajenado por la desdicha tejida hace ya demasiado tiempo, se precipita al vacío. Su Yo se desvanece. El ruido se acrecienta. Un chirrido ensordecedor, y se siembra el silencio.

Todos, desde el andén, son conscientes de su existencia.

Tan sólo un suspiro lo separa de la muerte. 

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