Dos años han pasado desde que tomó aquel vuelo y renunció a su otra vida para buscar superación. Desde el andén acosador de sus respiros lamenta el dolor por el cariño que despreció hace tanto tiempo, aquel amor de colegio distinto al montón.

Su nueva realidad es la que ahora importa. Ya es hora de almorzar. Un lugar vacío en el comedor junto a un joven solitario la espera. El joven siente una presencia y levanta su mirada; ella también lo mira, mientras un sudor frío corre por su frente.

Había llegado la noche anterior. Era él, su enamorado de secundaria; aquel que despreció por no ser su hombre soñado, aquel que no ha dejado de pensar por ser el único que le ha ofrecido amor sincero.

Parece ser la oportunidad perfecta para retomar y ser feliz. Él le guarda rencor y sufre al verla, pero la ama; ella es orgullosa y odia que él no sea su hombre soñado, pero lo ama.

El almuerzo de todos los días, la misma mesa; siempre ellos dos, siempre uno frente al otro; las mismas miradas que al encontrarse huyen despavoridas; la misma resistencia entre ambos, el mismo silencio, el mismo amor.

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