Llovía y el cielo inundado de nubes eclipsaba la luz del sol, dejando todo de un gris color. Esperaba pacientemente a que el semáforo cambiara, mientras las gotas repiqueteaban en mi paraguas. Llovía, y en medio de la lluvia la encontré, al  otro lado de la acera, con el agua penetrando su ropa, empapando su cabello y su rostro fino y delicado en el que se posaba una sonrisa de niña. Su rostro giró hacia mi dirección y pude verla de frente; era aún más bella. Una calidez se instalo en mi cuerpo y sentí sonrojarme cuando me hice creer que su mirada estaba sobre mi presencia, deseé tanto que su sonrisa fuera para mí, sólo para mí. Deseé cruzar la calle, reducir la distancia que nos separaba; pero tan rápido como el sol se oculta ante la llegada de la noche, la vi subir a un bus con  destino desconocido. Vi desde el andén el auto marcharse, llevársela de mi vista y de mi camino…y la luz roja del semáforo entonces se encendió.

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