Toda la gente estaba en la estación. El pueblo les aburría. Desde el andén veían pasar los trenes y, cuando paraban, algunos se animaban y subían. Era como si un sueño los tragase. Ella se percató de que no quedaba nada ni nadie cuando el silencio se le metió por dentro y escarbó a sus anchas. Indefensa, dejó irse o, tal vez, se marchó sin darse cuenta.
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