Fue un impulso incontenible. Su maleta estaba lista para el vuelo de regreso de la madrugada. Salió. Un solo pensamiento aceleraba su movimiento por el andén. Trataba de conseguir un taxi.  De repente un joven hombre sentado en una moderna silla de ruedas y con una especie de antena cerca de la boca salió de su casa. Con agilidad sorprendente hizo un giro en redondo escapándose de ser atropellado. Diablos, anda con más cuidado, pensaron ambos mirándose al tiempo. 

El rostro aterrado del joven la acompañó durante el recorrido en taxi. Allí estaba la casa. Se bajó nerviosa.  Era el número que le había escrito en el pequeño papel guardado desde entonces como un tesoro. Tocó. Qué raro, hace rato debió  salir de su trabajo y aún no ha llegado.  Se acomodó  tratando de leer pero no pudo concentrarse. Sentada, desde el andén miraba ansiosa a quienes se acercaban. El corazón golpeaba con fuerza sus costillas. Esperó algo más que una eternidad.

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