Mientras se vestía recordó su imagen: joven, hermosa, inquietante. Sus fotos en la red evidenciaban su interés por la noche y la aventura. Su perfil colmado de imágenes y frases eróticas no dejaba lugar a dudas. También recordó lo último que le escribió en el chat:
– Sólo salgo con hombres maduros y generosos.
Puso colonia sobre su rostro, verificó el contenido de su billetera, le dio un beso a su esposa y prometió regresar temprano. Sabía que no era cierto, pero daba igual. Tocó el santo y seña de despedida en la puerta del cuarto de su hija Martina, tomó su auto y partió al sitio acordado.
Llegó a tiempo. Sintió que era notorio su nerviosismo y respiró profundo. Parqueó en la esquina y caminó. La vio desde el andén: lucía gabardina negra y sombrero rojo, según lo establecido. Organizó su corbata de igual color a la del hombre de la foto de su falso perfil. Cuando por fin vio su rostro era imposible evadirla: Martina giró, sus ojos se encontraron y todo se hizo rabia y vergüenza.
Padre e hija regresaron a casa en el más doloroso de los silencios.
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