VIDAS TRUNCADAS

El banco de la estación recogía sus cuerpos débiles y fatigados, eran tres, por las noches se turnaban. Era el único que quedaba lejos de los vigilantes y de miradas indiscretas, lo sorteaban con un dado mugriento y cada noche se quedaba uno. De día no había problema, cada cual se buscaba la vida a su manera, era por la noche cuando necesitaban la protección de los otros que se quedaban en el suelo.

No se hablaban casi, de vez en cuando alguien encontraba comida y la repartía con los otros dos, a veces acudían a los comedores sociales y a las duchas, siempre en silencio. Nadie tenía ganas de explicar su vida.

Desde el andén les miró con terror, no estaba seguro de que fueran ellos, vio a uno recoger una bolsa de la papelera, se acercó despacio, no quería que le reconocieran. No tuvo suerte, se cruzaron las miradas y supo que estaba perdido.

Empezó a correr y maldijo el día en el que le nombraron Director de la Caja de Ahorros en el pueblecito aquel.

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