Maldito pirado. Saltar desde el andén. Estoy atrapado en la vorágine de su propia locura. Una dulce súplica impregnada de miedo golpea suavemente los intersticios de mi alma: «No lo hagas». Pero ni eso, ni siquiera eso, puede ayudarme a salir de allí.
Al otro lado del andén sus desorbitados ojos y su sonrisa torcida me esperan con ebria locura. El tren asoma al comienzo de la curva. «¡Ahora capullo!», grita Lucifer. Mi corazón late con fiereza y mis pies inician la carrera hacia los brazos del demonio. El ruido ensordecedor del claxon pone melodía a la caída…al otro lado del andén.
Lo he hecho. ¡Lo he logrado!. La embriaguez del triunfo embota mi cabeza, pero el sonido distante de su voz emocionada cae sobre mí como una losa: «Lo has logrado, capullo. Mañana, a la misma hora, en la Villa de los Ciegos. Saltaremos desde el tejado».
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