Lo vi partir…Por largo rato permanecí inmóvil mirando ese punto fijo por el cual se alejaba. Cada vez más distante e inalcanzable. Fue confuso. Sonidos, movimientos, colores…, todo eso junto, entremezclado de tal manera que no dejaba para mi más que la inmovilidad, el silencio, la impotencia.

Finalmente, se perdió en la distancia. Quedé sola. Nada. Nadie. Decidí iniciar mi camino sin saber hacia dónde. Con las manos vacías me sentía como desnuda. Tenía la sensación de no tener ni siquiera piel. Él se había ido y yo quedé desorientada, hueca, tremendamente insegura e inestable. Me preguntaba qué sería de mí hasta tener la posibilidad de olvidarlo o, quizás, reemplazarlo. Sólo pensar esto último me causaba más dolor todavía.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, llegué a mi casa. Llorando. No podía ser de otra manera. Recordaba la escena y un puñal se clavaba en mi pecho. Yo sola mirando, desde el andén, como se marchaba el tren en el cual había quedado mi teléfono móvil en manos de ese ladronzuelo que me lo arrebató justo cuando estaba registrando el número que me conectaría para siempre con mi felicidad.

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