Desde el andén

Bajaron del coche, ligeramente cabizbajos, con los labios estirados en una sonrisa un tanto forzada,  con la mirada algo velada por una tristeza que intentaban desmentir con  palabras ingenuamente teñidas de una alegría fingida.

A él le esperaba un largo viaje en tren, a ella la vuelta a la rutina tras cuatro espléndidos días en que lo habían compartido todo: lecho, mesa y mantel, paseos, largas conversaciones, baños en el mar, un concierto de música en vivo, una tertulia con los amigos…..

Ahora tenían que separarse, seguir cada quien con su vida y su trabajo, deshacer el abrazo en el que pretendían prolongar tantos y tantos momentos de perfecto bienestar…..

Parecía mentira que la simple expresión de un horario de tren pudiese contener tanta congoja: aun así, hasta el último momento siguieron haciendo chistes de cualquier nadería y riendo con fuerza, aunque no con todas las ganas que desearían.

Llegó el momento. Ella maldijo las nuevas normas de seguridad que le cerraban el paso y rompían su abrazo antes de tiempo, le prohibían acompañar a su amante hasta la hora exacta de la partida y poder despedirlo con una última sonrisa DESDE EL ANDÉN….

          (Agosto 2013)

María José García Ripoll

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