Balancea su cuerpo de un lado a otro, cambiando de pie, aferrada al asa de una maleta.

Desde el andén, observa al resto de viajeros que esperan como ella coger el tren. Sus caras somnolientas indican que se dirigen a sus puestos de trabajo y demás obligaciones cotidianas. Sonríe. No puede creer la suerte que tiene.

Mira hacia un lado y otro del andén. Escucha el traqueteo. Da un pequeño salto involuntario. Ya llega. No. Es el que se dirige en la dirección opuesta.

Nerviosa, mira su reloj. Las ocho; llegará pronto. No importa. A su lado un hombre trajeado la está observando; baja la mirada hacia su maleta. Desvía la mirada. Ella vuelve a sonreir.

Tiene ganas de bailar en medio de toda aquella muchedumbre, de gritar con toda la fuerza de sus pulmones: “Me voy”, pero se contiene.

Llega el tren. Sube con dificultad y se queda cerca de la puerta. No quiere sentarse.

Tras unas pocas paradas se apea de nuevo.

Lágrimas de emoción recorren sus mejillas mientras anda por la terminal. Se va unos pocos meses y aunque sabe que echará de menos a mucha gente, es consciente de que serán unos meses inolvidables.

 

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus