Cualquier alfombra es un andén

Cualquier alfombra es un andén

Para largarse cualquier alfombra es un andén.

Leticia,  quinceañera maquillada con  vestido ampón rosa mexicano camina por la alfombra roja con gracia ensayada y … se va. Le debió bajar hace dos semanas y Pedro no está entre los chambelanes. De diez convocados, ocho bailan esta noche.

Pedro está en otra alfombra persa y suave. Está hecho un taco y protagoniza el papel de relleno -carne término medio ya que todavía respira. Suda frío y no sabe si es por miedo o vergüenza de manchar con su propia mierda y sangre el smoking nuevecito. Ese smoking blanco y negro pagado con el dinero de una venta  que no entregó a Diego el de la esquina del barrio. Está quieto metido en la cajuela del BMW. Desde ese andén cilíndrico, parte soñando en Leticia vestida rosa.

Diego está de pie sobre la alfombra blanca en el andén que lleva a la oficina del jefe. De ahí se va soñando que un día estará del otro lado, detrás de la puerta franqueada por un gorila. Su mérito: matar al noviecito de su hermana por no cumplir.  No va a llegar al baile de quince años donde es chambelán.

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