El movimiento constante del tren al rodar por las vías mece suavemente  el cuerpo del somnoliento teniente Alonso, después de varias horas de viaje había olvidado el dolor que le producían las esposas que el policía militar le puso para evitar su fuga en el traslado. En su duermevelas repasa todo lo ocurrido un año antes en el cuartel donde estaba destinado desde que acabó la guerra. 

El primer día que coincidieron en el bar de oficiales, él ya sabía que merecía la pena arriesgarse por esa sonrisa abierta y seductora que le ofreció el nuevo alférez Cardona. Las miradas furtivas de machos en celo que se regalaban uno a otro precedieron a las citas nocturnas en el campo de tiro y secretas visitas al cuarto del atractivo suboficial. Ya en su cama no dormía recreando el placer que le había producido el contacto con el cuerpo del joven, la pasión de ambos y el gozo alcanzado.

Cuando llegaron a la estación de destino por la ventanilla vio el rostro de su delator que desde el anden le buscaba con ansiedad. Los galones conseguido por la denuncia de abusos de un superior le sentaba bien al sobrino del general Cardona.

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