Llueve, hace frío, la estación te ha pillado de sopetón (como lo de tu novia…), llegas corriendo a la boca de metro, más por desesperación que porque la lluvia te moleste, pasas el torno, bajas las escaleras mecánicas al trote, no te gusta la idea de ser arrastrado, llegas al andén, esperas…, llega tu tren, entras, miras tu reflejo en el cristal de enfrente y te das cuenta de que tienes el ceño duro como una piedra y tratas de relajarlo… En eso te fijas en la joven que está delante tuyo, te fijas en sus pies con las uñas pintadas de rojo, en su bonita pose, y en como ajena a su belleza va leyendo un libro y te mira, te está mirando!, y te regala una sonrisa sin querer… se la devuelves… también sin querer, y esa sonrisa te ha revuelto por dentro, te ha puesto nervioso, te ha arreglado el día y te ha hecho que respires hondo y vivas!.

Es su parada…, la sigues con la mirada buscando más… pero no hay más.

Se cierran las puertas, la buscas igualmente con el tren ya en marcha.

Y ahí está ella!, mirándote!, mirándote y sonriéndote…desde el andén. 

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