Si estuvieras en ese tren a punto de marcharse, desde el andén no vería la expresión cansada de tus ojos, el desamparo de tus manos, la difícil presencia de tu cuerpo, el hueco en el que anida tu esperanza marchita. Desde este mismo andén vacío ya en el que las vías se pierden hacia lo oscuro y me invitan a subir a un tren que viaje lento horadando la noche, buscando la luz, el mar, el tiempo sereno que crece y crece como la sonrisa de un niño que no tiene miedo.

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