Desde el andén asisto al vuelo a media altura de labios fantasma que despegan de bocas desconocidas. Palmas abiertas los propulsan hacia todas partes, haciéndolos viajar en cápsulas vigía que estallan contra cristales ultra-resistentes, sus recién instalados destinatarios preparados para recibir el choque de besos volantes. Durante el preludio de esta bandada de adioses que anuncia el desliz de la máquina, me conmueven los viajeros que aman y callan. Lo cierto es que nunca sabré cuántos «te esperaré siempre» destilan los andenes de la estación de tren entre cientos de convencionales fórmulas de despedida. Nunca sabré tampoco tras cuántos «cuídate» se esconden los «te esperaré siempre» que jamás llegarán a pronunciarse sobre esos mismos andenes.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus