Llamo a mi novia para despedirme y a punto de salir para la estación veo una carta urgente encima de mi mesa. Comienzo a leerla:

–“Quiero prevenirle que la nueva Directora General tiene ciertas intenciones sentimentales en la Convención de Barcelona, que si no son correspondidas será despedido y además no será contratado en ninguna de las empresas del sector”.

Un sudor me empapa y mi cerebro se detiene pero tengo que llegar a la estación. Desde el andén la veo acercarse ¿qué hacer?

Como me temía, nuestros asientos estaban juntos, así que en tres horas de viaje supo más de mí que muchos de mis mejores amigos.

Después de la cena, en mi mente la carta pero en su boca enseguida llegó la proposición.

–¿Puedes ayudarme a preparar unos documentos que tengo en mi habitación?

–¡Cómo no!…le dije…mientras una gota de sudor me recorría la espalda.

Subimos en el ascensor y abrió la puerta. Se quitó la chaqueta y cuando sus brazos comenzaron a rodearme sonó el teléfono. Lo descolgó y apretó los labios.

–Tengo que bajar…me dijo…necesitan hablar conmigo… y yo pensé que nunca cuatrocientos euros entregados al portero de la recepción fueron tan bien empleados.

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