La vida sorprende como a un niño el primer latido en el exterior. 

Yo tan Brando y tú tan Leigh, yo tan encontrada y tú tan perdido.

Grito y silencio, cultivo y barbecho, rumbita y lamento. Me fui, me regreso, de este coma reversible, de esta sangre coagulada que fluye entre techo de menos y mi pecho.

Hace nueve despertadores, que me siento y me levanto así, como recién nacida de la equivocación de mi huida. De bofetada, mi adiós tatuado en tu cara. Mi piel, anoréxica de abrazos, bulímica de ti, se come por dentro, supura la herida.  

Soy arena suspendida de un reloj al que dejé sin tiempo, marea inmóvil, sin agua, sin viento, buceando como puedo en la orilla de tu recuerdo.

¿Cuántas palabras calladas hablará tu silencio? ¿Dormirá bien el hueco de tu cuerpo cuando te sueño y te encuentro? Qué ñoño, qué espeso, no lo leas, no lo escribo, lo pienso.

Hoy igual que ayer, idéntico a mañana, mi casa, estación invierno, Julio llamado deseo, desde el andén de atrezo, escenifico el final que no tendremos.  Película inacabada de lo nuestro.  Amanece que no es poco, te besayuno, croissant, té negro, té rojo, te quiero. 

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