Resulta complicado contaros en doscientas palabras tanta vivencia, tanto querer, tanta ilusión. Crear, sin reflejar tantos miedos y desilusiones como me atormentan, más complicado todavía.

En un orden de importancia, tal vez irracional, os diré, desde el andén de la estación en que me encuentro, mientras veo cómo desaparecen entre las gentes presurosas (eso me parece a mí) mis ilusiones y afloran tantas negaciones, trato de entender por qué me encuentro aquí. No era ésta mi estación, yo la quiero y me había forjado un destino distinto junto a ella, al ser un amor encontrado en la madurez, libre de pasiones, pleno de perpetuidad.

Es evidente que ella y yo, aún partiendo de la misma taquilla, los billetes no nos llevaban al mismo destino. Su equipaje, cargado de pasado y, el mío, de futuro. Tales, no dejan vivir el presente con sosiego.

Lo fácil os puede parecer olvidar y comenzar de nuevo, como si nada. No lo veo así, puesto que ya formo parte de su equipaje, a la vez que el mío tiene un espacio que sólo su regreso podría ocupar.

El sol ya no es el mismo y el calor me falta: Ambos son ella, hoy, para mi. 

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