Levante  los ojos de la mesa y le vi bajarse del auto, caminar por el anden, despacio, con esa cadencia que me era tan familiar; camino  hacia mi: el corazon se me acelero, las manos me temblaron, el taco en la garganta que me ahogaba y  mientras los sentimientos me atrapaban y me convertían en su presa, mis ojos recorrían paso a paso la distancia que nos separaba;  se detuvo un segundo, me miro de reojo y siguio de largo y se sentó detrás de mi desde donde  lograba escuchar el eco de su voz lejana y sentir  su presencia. se levanto de nuevo, camino cerca a mi; pero finalmente decidió seguir de largo, yo le seguí con la mirada  hasta que su figura se desvaneció en el horizonte. Fue un adios silencioso y definitivo.

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