Ese viaje tenia un propósito, sin embargo, se convirtió en el olvido de lo que había sido. Aquella fecha tomé largas horas para pensar hacia el lugar donde me dirigiría. Se me revolvía el estómago de pensar en mi soledad pues ya no cabía ni en la cabeza, ni el pecho. Luego de un pensamiento errabundo, de unas líneas que no convencían del todo, decidí emprender la aventura al lugar desconocido: la península de la Baja California.
Al llegar ahí no fue más que el comienzo, sentí un calor insoportable en la bahía Loreto, perdido por los anuncios y la gente rala del lugar. Sin embargo ni el calor, ni la angustia de lo desconocido menguaría mi fe de estar apegado ¡vaya que conciencia esta!.Al cabo de unos días me contagié, las inigualables mañanas acompañadas de café y tabaco hicieron que paladeara mi estancia como algo inolvidable en un lugar donde ya llegaba a olvidarme. No fue hasta esa noche que arribe al bar contiguo sobre el andén de la vieja hostelería donde descubrí a un alma vieja, ese anciano de sesenta y pico de años, necesitaba escucharme para descansar de él mismo y así LOS DOS morir en paz.
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