Perdí mi vida a tu partida, quedé sentado sobre mi orgullo cargando tu recuerdo que de a poco se ha ido borrando; mi alma vacía, una memoria rota y el corazón enconchado en un sentimiento que ya no siento pero me afano en defender.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />
Tu lejanía, por mi provocada, ha lacerado el espectáculo de tomar tu mano, de soñar nuestro mañana fastuoso lleno de risas, de alegrías, de nubes rosas que enmarcaban tu mirada, tu sonrisa y esos hoyuelos que escoltaban tu boca al sentirnos un beso.
Cada vez menos me entero de ti, de tu vida y tus ganas de vivirla, cada vez más me he volcado en un remolino que me absorbe al verde de tus ojos, único color que veo ahora que tu ausencia es la cobija que me arropa cuando el frío recuerdo de un “hasta nunca” me cala los huesos.
Tu olvido es lo que tengo, lo llevo cargando como lápida que me entierra cada segundo, como guiñapo, andando sin andar, sin rumbo, rogando al destino me ponga en tu camino una vez más, solo para rogarte, desde el andén, con lágrimas en los ojos un suspiro, un perdón y quizá solo un hasta pronto.
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