Estoy en una estación de tren de vía estrecha y desde el andén, cierro los ojos y me imagino cómo deambulan los viajeros de un lado a otro con sus equipajes, esperando a que el tren llegue. Todo es impaciencia e inquietud por el retraso. Siempre viene con exceso de pasajeros y al subir la última cuesta para llegar al pueblo tienen que bajarse parte del pasaje para poder remontar y seguir el trayecto. El jefe de estación empieza a tranquilizar al personal informando que en cinco minutos llegará.
Se divisa a lo lejos los máquina de tren Reyerta, lenta, hasta parar en el andén y los pasajeros empiezan a bajar y subir. Todo es bullicio.
Se va, y al abrir los ojos me doy cuenta que estoy en una estación silenciosa, vacía, abandonada. Solamente animada por los turistas que se hacen fotos en ella. Un monumento más que forma parte del entorno del pueblo.
Sólo quedan los recuerdos de los más viejos del lugar, cuando eran chiquillos y jugaban en las vías del tren y le tiraban piedas al llegar a la estación
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