Ya era tarde cuando llegó, se quedó parada, no supo que hacer, les vio venir a todos en tropel, eran casi multitud o así le pareció a ella. No faltó ninguno, todos estaban allí ; unos más viejos, otros más tristes, sin quererlo se estremeció y una lágrima la traicionó. Algunos aún le dolían. Se vio pequeña de la mano de papá, con su sonrisa segura e inocente; más atrás, la adolescente que venció la timidez con el corazón sangrando de amor. La novia de blanco, ilusionada y feliz, la madre victoriosa después del parto, la noble e inteligente profesionista.

Entre la multitud corrían las palabras, sus palabras, con las que sedujo, convenció, lastimó y amó. Con ellas venían las melodías que la hacían vibrar, dulces casi todas, suaves bellas. Las penas y las tristezas que fueron muchas, la felicidad y la alegría compañeras inseparables. Y hasta atrás la alcanzó a distinguir, la guadaña inconfundible, larga, afilada, sobresaliendo entre todos los demás. Por eso, no se movió, los dejó pasar. Sus recuerdos, emociones, su vida. Por eso, aguardó serena en EL ANDEN la llegada de su último tren.  

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