Desde el andén avistó la salida de la estación y marchó a casa.
Aquella noche buscó las bragas celestes, que se había quitado entre las sábanas, pero no las encontró, durmió sin bragas, por la mañana las volvió a buscar escudriñando cada rincón de la cama y del dormitorio sin hallar ningún rastro de ellas.
Pasados unos días cerró la puerta, él dormía, se acostó sigilosa y se quedó dormida, de repente algo la despertó, abrió los ojos y allí en medio de la oscuridad contempló petrificada una indescriptible figura de colores fulgurantes naranjas y azules con forma de cuadrados entrelazados que avanzaba hacia ella por el borde de la cama.
El grito de terror que exhaló con todas sus fuerzas despertó a toda la familia al tiempo que la extraña y horrorosa aparición desaparecía.
Asustada se volvió a dormir como quien despierta de una horrible pesadilla.
El estruendoso despertador la sacó de la cama, sentada en el borde se dispuso a buscar las zapatillas; su corazón dejó de latir y el aire dejó de entrar a sus pulmones, en el suelo, al lado de la cama, en el mismo lugar donde creyó ver la aparición; estaban las bragas celestes.
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