Voy por las calles solitarias y oscuras… dando pasos con la presión de que unos ojos me miran. Son los ojos del vacío. Volteo y no sé a dónde mirar…
De repente aparece un indigente que se acerca. Pude ver que su mirada estaba más apagada que la noche misma. se detuvo y me dijo con voz cansada: «sigue subiendo que cuando llegues serás bien recibido», baje la mirada con pena y cuando la subí estaba de nuevo solo…
El poste de luz donde me encontraba empezó a titilar hasta fundirse y para mi esa fue la señal de que debía continuar. En mi esfuerzo por recordar lo que ese hombre me dijo sentí como el viento helado castigaba mis mejillas y las palabras del doctor retumbaron en mi cabeza: «esta sería una cirugía experimental, no hay registros de algo parecido»
Me lamenté y decidí no pensar, aunque todo un mundo de ideas inundó mi cabeza… Cuando reaccioné me encontré desde el andén mirando a una puerta que desconozco y una chica se asomó diciéndome: «¡Santiago por fin volviste!, ya te abro».
Algo gritó en mis entrañas, ¿Santiago?, tengo que llegar al único lugar dónde creo saber quién soy yo…
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