COMPARTIMENTO C, COCHE 193

Hay poca clientela a estas horas en el Café de la estación. En la barra, en el extremo más cercano a la puerta, un hombre mira el reloj de la pared para comprobar que quedan solo cinco minutos para la llegada del tren del norte. Apura su consumición y sacándose unas monedas del bolsillo las deja sobre la barra.

Desde el andén quema, envuelto en el humo de un cigarrillo, los últimos segundos. El hombre da la última calada y tira la colilla hacia las vías en el instante que el tren se adueña de la estación. Sube apresuradamente las escalerillas de uno de los vagones y avanza por el pasillo hasta uno de los compartimentos, y allí la ve sentada, sola, sumida en sus pensamientos con una revista entre las manos. Desconoce su nombre, ni de dónde viene ni hacía dónde va; sólo sabe que cada sábado viaja en el compartimento C del coche 193 del regional de las 20,30. Nunca han hablado. Han cruzado sus miradas apenas unos segundos, pero todos los sábados, desde hace unos meses, acude fiel a una cita no solicitada… y allí está, enigmática y frágil, esperándole.