Allí estaba ELLA como todas las mañanas, llevaba su abrigo de piel de bisonte, sus guantes de cuero, sus tacones de 12 cm y su tocado rojo de plumas de ganso. Espera impacientemente a que él llegue, camina de un lado a otro, mira su reloj, observa en las ventanas del café y no hay ninguna señal de aquel ser especial que la vuelve loca.

Decide entrar y grita desde la mesa para que le traigan ipso facto un café con tres cubos de azúcar

La mesera la mira de reojo y camina con indiferencia hacia el estante.

_Ahí está otra vez ella con sus plumas de ganso, siempre me toca atenderla a mí, una todo el día con este delantal pero al menos con la cara bonita pero en cambio esa, pura pluma_ musitaba entre dientes

Aquí tiene su cafecito- exclamó la mesera

Pero no hubo contestación, ella esta ensimismada mirando a través de la ventana, ÉL le sonríe desde el andén.

Aquella fue su última cita, él siempre tan encantador, tan sutil, con una gracia innata en su forma de hablar, aquella mañana la IRA murió de risa y el ARREPENTIMIENTO jamás volvió a pasar por ahí. 

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