Ambos sabemos que sólo crece hierba con matices turquesa en la férrea desolación de las vías de trenes, que todo lo que existe al margen de nosotros gira elípticamente sobre nuestras siluetas, sin apenas rozarnos y aún no hemos aprendido a diseñar mentiras más allá de dos líneas paralelas. Me dijiste que la pasión tenía hora de embarque y desembarque y que era necesario consultar los horarios antes de enamorarse. Conocías mi afán por las ciencias exactas y las hojas de ruta así que te creí como si hubieras formulado un nuevo teorema matemático. Nuestro viaje fue tan frágil como un vagón de espuma merengada y nos descarrilamos, los dos, siendo y no siendo en mil y una estaciones, desafiando al mundo con la obscena intersección de nuestros cuerpos. Ahora que ya no estás mi pulso no se rige por el dulce traqueteo de tu risa. Desde el andén bautizo con tu nombre a todos los viajeros, busco el olor a hierba con matices turquesa y me aferro a la desolación de las viejas locomotoras oxidadas de olvido…hasta que vuelvas, como haces siempre, y me susurres al oído: ¡Viajeros al tren! Y la palabra DESTINO vuelva a cobrar sentido.

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