Bajando desde el andén, la policía llegó por fin al fondo del barranco. En el coche destrozado hallaron a la chica muerta. El novio, ese maldito pícaro de Javier Lazo, se las había vuelto a jugar: no había ni rastro de él, salvo algunas gotas de su sangre en el asiento del copiloto. El padre de la chica, un rico empresario viudo, fue quien denunció el rapto de su hija. ¿Qué ocurrió realmente dentro del coche? La joven y bella agente Carla Ruiz se adelantó a su jefe, el inspector Leiva. En efecto, halló una nota junto al cadáver: «Analizad el óvulo fecundado, os llevaréis una gran sorpresa. Y averiguad con qué víbora se entendía ahora el culpable de todo. J.L.» Carla sólo tenía cinco segundos para coger la nota, antes de que su jefe la viera.

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