No fué el mejor día que hubira preferido para aquel esperado viaje.

Una finísima lluvia iba cayendo,no sin dejarme calada hasta los huesos.No había ni una sola glorieta para refugiarse en aquel solitarío andén.

Esperé paciente a que llegara el tren que haría partir mis ilusiones hasta el destino escogido.

Un viejo Jefe de estación asomaba la nariz por la pequeña ventana de su garita y a la vez despacho de billetes.Se me quedó mirando un instánte…Como dudando si hacerme pasar a sus dominios.

En unos segundos, oí silvar a lo lejos el acercamiento de la vieja máquina que me llevaría a mi destino.

A medida que se iba acercando me pareció oir una melodía extraña de aquel viejo, estrecho y desprotegido andén.

Casi no me dió tiempo a despedirme de él, a pesar de su incómoda estacía.Le había descubierto un cierto encanto.Estando situado en medio de la nada. 

Subí por fin al tren y me quedé unos instántes con la mirada fijada en el lugar,solo para no olvidarme que a pesar de las incomodidades,la lluvia y la espera, valió la pena haber esperado en aquel andén,que dejaría un buen recuerdo en mi pensamiento.

 

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