Y allí estaba yo, impaciente, expectante, indeciso. ¿Cómo seria esa persona que conocía solamente a través de su escritura? Sí, me había mandado una fotografía, pero, en realidad lo que les había unido eran sus palabras, sus ilusiones, sus anhelos. A través de aquellas frases mágicas y pensamientos diferentes, que lo transportaban a otro mundo, a otra dimensión, fue como poco a poco, el amor invadió su corazón. Su miedo residía en la inseguridad. ¿Sería de verdad?
El sonido del tren al llegar a la estación lo devolvió a la realidad y desde el andén, esperó. Alonso bajó de la serpiente de acero, sus miradas se buscaron y se encontraron. Cuando miró aquellos ojos limpios, serenos y transparentes, supo que no se había equivocado.
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