Estación Once. Plena hora pico en una Buenos Aires que recién despierta. El calor agobia y mil doscientos pasajeros están pronto a llegar.

Desde el andén, Oscar otea la plataforma. Bajo su brazo los diarios esperan. El tren de las 08:33 arriba. 

La amable jubilada, el hosco bancario, la bella empleada;  y tantos otros bajarán en un minuto. Tras un breve saludo;  un ¡Buen Día!, ¡Qué calor!, quizás un ¿Todo bien, viejo?;  recogerán su ejemplar y desaparecerán tras los molinetes.

Pero hoy;… algo está mal.

El  silbato del tren toca insistentemente.  Su velocidad no aminora.

En la plataforma;  todas las personas corren espantadas cuando  la locomotora no logra detener su marcha, y colisiona.  

Todo estalla. El estruendo es impresionante. Los primeros vagones se aplastan uno encima del otro. Humo. Fuego. Confusión.

¡Los gritos! Personas que corren sin saber hacia dónde ir.

¡El llanto! Gente que busca gente. ¡Sangre y cuerpos por doquier!

¡Todo es un caos!

Pasan los días…

En el andén…;  entre metales retorcidos, andrajos  y hojas de periódico, una madre espera en soledad.

Más allá; en el silencio… Tras una lona negra que cubre lo poco que quedó del tren; yace su hijo, …que aún hoy no encuentran.

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