Intentaba pues, Tosca, desde el andén, distraerse con las imágenes y palabras que distantes y extrañas se revelaban en la pantalla,  mientras sostenía en la mano el viejo billete de tren. Pero una amarga presencia, latente en su maltrecho recuerdo, seguía zumbando como un viento remoto y cansino imposible de evitar. Era probablemente aquel viento el doloroso legado de ella, que había anidado en Tosca para siempre.

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